domingo, 3 de diciembre de 2017

LA FÁBULA DEL ERIZO Y EL ZORRO: PARTE I


Zorrosas y espinas

En su libro sobre la profesión, nuestro amoroso Dani Rodrik describe dos tipos de economistas, los Erizos (algo parecido a un puercoespín) y los Zorros. La clasificación proviene de un famoso libro del filósofo británico Isaiah Berlin, llamado justamente Erizos y Zorros.

El erizo es un animal al que uno no se le puede acercar mucho, porque está lleno de púas muy pinchudas. En consecuencia, su interior se encuentra completamente protegido (ok, podrían haber usado “tortugas”, pero son famosas por otras propiedades). La metáfora cognitiva es que esta gente suele ser cautivada por una idea madre. La defienden como si de un hijo se tratara.

La evidencia en contrario será descartada o reemplazada por datos más favorables, que siempre se pueden conseguir. Las fallas lógicas lo obligarán a adoptar teorías ad hoc que no modifiquen demasiado la idea original. La idea puede ser muy buena, súper original, y hasta revolucionaria. Pero el problema es que a estos animalitos de dios les cuesta un perú “soltar”.

El zorro, como todos sabemos, es el animal astuto por excelencia (parece que tiene todos sus sentidos muy desarrollados). Intelectualmente, los zorros no suelen sostener una única visión, sino varias. Incluso pueden aceptar dos teorías contradictorias entre sí. Ellos analizan la realidad con un arsenal amplio, aunque menos preciso. No suelen ser “especialistas” sino analistas globales de la realidad, con diferentes perspectivas. Reconocen el papel del azar en la naturaleza y de nuestras limitantes cognitivas para capturar la esencia de un fenómeno y su solución.

Zoo-mistas: Erizos

El economista erizo es un tipo seguro de sus ideas. Subo la apuesta: más que ideas, tiene convicciones. Y suele remarcar la importancia de tenerlas. Si no fuera porque la dijo el tristemente célebre Aldo Rico, la frase “La duda es la jactancia de los intelectuales” le iría bastante bien, solo que yo reemplazaría la palabra “intelectuales” por “diletantes”.

Los erizos tienden a estar superespecializados y pasan horas analizando los detalles formales de sus teorías. Les encanta encontrar teoremas, lemas y sublemas, y exhibirlos en sus papers. Los supuestos de sus modelos no necesitan ser demasiado realistas ni razonables, solo formalmente tratables. Les gusta hablar de “leyes naturales” en ciencias sociales y consideran que sus sistemas deductivos logran demostrarlas. En coincidencia con esta personalidad, sus predicciones tienden a estar respaldadas por un elevado grado de confianza.

Los erizos recomiendan medidas tajantes, incisivas, todas para el lado de su gran teoría unificada. No es gente (o animal) de medias tintas: arriba está bien, abajo está mal. Tiene plena confianza en sus paradigmas y si las políticas aplicadas no tienen el resultado esperado, entonces le echa la culpa a sucesos inesperados, o a insuficiencias o errores en la aplicación de sus medidas.

Zoo-mistas: Zorros

Cuando un economista contesta “depende” nos enojamos con él, pero quizás no estemos ante un chanta sino ante un zorro, una persona que simplemente no está segura porque tiene varias teorías en competencia para explicar un mismo hecho, o incluso diferentes posibles versiones de un mismo hecho. En realidad, la asociación con el zorro no me gusta tanto, porque sugiere que el tipo se manda “apioladas”, y que estamos en presencia de un chanta que habla de todo sin saber. Pero no es eso a lo que nos estamos refiriendo. Chantas hay de los dos lados, astutos y cerrados. Un economista zorro es más bien alguien que se permite no saber o no opinar sobre algunos temas, darse el beneficio de la duda, escuchar más que hablar sin parar, poner a discusión más que encerrarse en un soliloquio, preguntar y preguntarse más que responder.

Me gusta pensar, además, que los economistas zorros tienen en la cabeza una visión amplia de la realidad, en el sentido de reconocer su complejidad, sus conexiones, sus matices, el rol del azar y del caos, y las probabilidades necesariamente limitadas de que las teorías funcionen en la práctica.

En términos de recomendaciones de política económica, los zorros prefieren la cautela y la moderación cuando no hay razones suficientes para ser drástico e inflexible. Rodrik suele decir que un buen economista tiene que usar todo su arsenal teórico para tomar las medidas correctas (o menos equivocadas). Pero para eso no solo hay que ser abierto de mente, sino saber mucho, porque la idea no es tomar cualquier teoría absurda que ande dando vueltas por ahí y aplicarla, sino seleccionar las que tienen mejor respaldo, entendiendo sus potenciales consecuencias directas e indirectas y pensando qué se hará ante ellas.


El próximo post se juega con algunos ejemplos aplicados a la macroeconomía argentina, así que estén atentos como zorros, y bien cubiertos como erizos. 

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