sábado, 28 de enero de 2017

BULLSHIT




"La atención y la intención son la mecánica de la manifestación".

Dos tipos de cambio modifica a partir de hoy su posición frente a la sociedad, el mundo y la galaxia. Vamos a dejarnos de hablar boludeces sobre la economía y esas cosas, y nos dedicaremos en cambio a recorrer el camino de lo trascendental, lo posmoderno y lo ohmmmm. La frase con la que arrancamos el post, creemos, lo dice todo.... O nada. Nunca creas las primeras frases de nuestros posts. La frase no es otra cosa que Bullshit, o en castellano, cualquier batata.

Estudiando el Bullshit

En un artículo de 2010 publicado en el Review of Philosophy and Psychology, el psicólogo cognitivo Dan Sperber describió el Guru Effect, donde sostiene que "Con demasiada frecuencia, lo que hacen los lectores es juzgar como profundo algo que no han comprendido". Yo, por ejemplo, no entiendo las letras de Spinetta (aunque adoro su música), así que deben ser profundísimas. Igual me pasé un poco con el ejemplo, porque estaba hablando de profundidad científica, no poética.

Para averiguar si algunas personas están más o menos inclinadas a aceptar el BullShit como algo legítimo, un tal Pennycook empezó por distinguir dos tipos de pensamiento: uno cognitivo intuitivo, rápido y automático; y otro reflexivo, lento y con mucho esfuerzo cognitivo. El pensamiento de tipo 1 nos hace vulnerables a BullShit porque nos lleva tiempo y esfuerzo pensar: "Yo sé lo que significan cada una de esas palabras". 

Pennycook y su equipo probaron la hipótesis de que una inteligencia superior y un estilo analítico cognitivo superior conducen a una mayor capacidad de detectar y rechazar BS pretenciosas. Empleando las medidas estándar de la inteligencia y de capacidad analítica, los psicólogos presentaron a los sujetos con una serie de afirmaciones sin sentido producidas por el New Age Bullshit Generator (http://sebpearce.com). Algunas frases eran: 

"Estamos en medio de un florecimiento autoconsciente del ser que nos alineará con el nexo mismo" 

"Hoy, la ciencia nos dice que la esencia de la naturaleza es la alegría".

En cuatro estudios sobre más de 800 sujetos, los autores encontraron que cuanto mayor era la inteligencia y la capacidad analítica de los sujetos, menos probabilidades había de que calificaran esas afirmaciones como profundas. Y a la inversa, los más receptivos a las BS pseudo-profundas eran también los más propensos a las ideas conspirativas, a tener creencias religiosas y paranormales, y los más propensos a apoyar la medicina complementaria y alternativa. 

Bullshit y academia

Como ya contamos en otro post, la jodita de Sokal fue un hito, y muchos intentaron copiarla. Varios investigadores enviaron textos generados por un software trucho a diferentes simposios y conferencias ... y consiguieron que uno fuera pre-aceptado en la Multiconferencia Mundial en Sistemas, Cybernética e Informática!. Cuatro o cinco revisores de la conferencia aceptaron el escrito en primera instancia, lo que supone que, al menos, leyeron el resumen. El trabajo se llama "Rooter: Una Metodología para la Unificación Típica de Puntos de Acceso y Redundancia". He aquí la traducción del resumen Bullshit:

Muchos físicos acuerdan con que, de no ser por el control de congestión, la evaluación de navegadores web nunca hubiese ocurrido. De hecho, pocos hackers de todo el mundo estarían en desacuerdo con la unificación esencial entre voz sobre IP y los pares de claves públicas / privadas. Para resolver este acertijo, se requiere que el multiprocesamiento simétrico pueda ser estocástico, cacheable e interponible.

Bullshit, bullshit y más bullshit. A estar atentos, queridos lectores. Ah, la foto es de un dúo de magos, Penn y Teller, que protagonizaron varias temporadas una serie escéptica llamada, justamente, Bullshit.

sábado, 21 de enero de 2017

VENGO DEL FUTURO: NOS GASTAMOS TODO















El domingo pasado se publicó en La Nación una nota de un tipo de cambio sobre preferencia temporalComo por razones de espacio se seleccionó una parte, aquí compartimos la nota original completa. No pierdan tiempo!

Se vienen las vacaciones y la familia se reúne para tomar una decisión trascendental. La plata alcanza para veranear los primeros 10 días de enero. La alternativa es esperar a febrero, que tiene precios más accesibles, y disfrutar 15 días. La familia quiere salir ya de vacaciones, pero 5 días son 5 días. ¿Conviene esperar o irse ya?

Durante casi 200 años los economistas se preocuparon por entender estas cuestiones, que esconden la preferencia temporal de la gente. ¿Cuánto nos cuesta dejar de consumir hoy para hacerlo en el futuro? ¿Existe algún pago monetario que compense la espera? ¿Y cuánto es ese valor?

Pan para hoy…

Todos sentimos que guardar para el futuro involucra algún tipo de esfuerzo. “No sé lo que quiero, pero lo quiero ya” cantaba Luca Prodan, el líder de Sumo (consistentemente rebautizado por Capusotto como Con-Sumo). Si es cierto que “el ahorro es la base de la fortuna”, según el refrán que populariza la idea central de Adam Smith y la Riqueza de las Naciones, entonces ese esfuerzo será recompensado con crecimiento futuro.

¿Por qué ahorrar nos cuesta tanto? En un comienzo, los teóricos intentaron explicar este fenómeno con herramientas económicas, pero también psicológicas y sociológicas. Tenemos una compulsión “natural” al consumo inmediato, que se activa cuando nos cruzamos con esa remera que tiene bordada la frase justa, o que tiene pegada la foto de ese personaje que nos identifica. Además, la vida humana es finita, y preferimos consumir “antes de que se acabe el mundo”, al menos para nosotros. Por otro lado, el ahorro te puede salvar en caso de un accidente inesperado, o una enfermedad grave que requieran fondos extra. Y no olvidemos la herencia; si Richard Dawkins tiene razón y los humanos somos simplemente máquinas para hacer perdurar a nuestros genes, legar a nuestros familiares puede ameritar el esfuerzo.

Estas son razones téoricas, pero en la práctica el costo del ahorro (o el beneficio del consumo inmediato) es evidente: si ahorro me pagan plata, y si pido prestado debo pagar yo. Lo que se preguntaron los economistas es si esta tasa de interés “de mercado” se asemeja a la tasa de descuento detrás de nuestra preferencia temporal. Usemos dólares en lugar de pesos, para no confundirnos con la inflación local. En Estados Unidos un plazo fijo rinde no más de 3% anual, y ese es el valor que el mercado nos paga por ahorrar. ¿Pero es este valor igual a la preferencia temporal? Los modelos tradicionales asumen tasas de descuento que no difieren mucho de la tasa de interés de mercado, y por una muy buena razón: si la gente tuviera un descuento muy alto, no ahorraría nada, y al revés, con un descuento demasiado bajo casi nadie consumiría. Los números deberían parecerse, pero veamos que dicen las investigaciones.

El cielo puede esperar, ¿y el consumo?

Desde fines de los 70s se llevaron a cabo no menos de 50 estudios para estimar el descuento temporal. Lo primero que revelan estos trabajos es la enorme variabilidad de resultados. Las tasas de descuento van desde valores negativos hasta infinito, y depende mucho del consumo de qué cosa estemos hablando.

Un valor negativo significa que a veces preferimos el futuro al presente, como por ejemplo cuando nos preguntan si preferimos un beso de nuestra estrella favorita esta noche o dentro de unos días. La gente elige esperar y prepararse para tan preciado evento. También disfrutamos de lo que viene: muchos consideran que el viernes, pese a ser un día laborable, es mejor que el domingo, porque da placer anticipar el fin de semana, y desagrado el inicio de una nueva semana de trabajo. Los valores infinitos, en cambio, indican que el consumo es ahora o nunca, y que no hay pago que me compense esperar ni un minuto para gastar. Las adicciones y los vicios descontrolados son los casos típicos de descuento infinito.

Pese a que las estrategias y técnicas de medición mejoran con el tiempo, los resultados no se aproximan a una tasa de descuento única. El único patrón que emerge es que en varios estudios la preferencia temporal es bastante mayor que la tasa de mercado. Uno de ellos compara la decisión de comprar un electrodoméstico caro que ahorra energía, frente a uno más barato, pero que gasta más por mes. La relación entre los precios y el gasto mensual del aparato permiten estimar el descuento temporal. Los descuentos calculados van desde 20% anual para aires acondicionados, hasta 300% en heladeras. Definitivamente, muy lejos de lo que el mercado paga (neto de inflación) por un plazo fijo, o incluso por las Lebacs!.

Un experimento natural permitió un cálculo más realista. Unos 60.000 militares estadounidenses fueron retirados y se les ofreció 22.000 dólares hoy, o bien una renta anual de 3.700 dólares durante 18 años. Más del 90% eligió la primera opción, pese a que la segunda implicaba una ganancia segura de 17,5% anual, mucho más que cualquier posible rendimiento de una inversión financiera o real.

Naturaleza ansiosa

El disgusto por el ahorro se lo debemos en parte a la evolución. Los experimentos para determinar la preferencia temporal de otras especies indican que, cuanto más alejados del sapiens, mayor es el descuento. Los chimpancés son más ansiosos que los humanos, pero las palomas lo son muchísimo más.

La madurez también afecta nuestras actitudes frente al ahorro: los niños son especialmente intolerantes con los padres cuando tienen que esperar, aun cuando la recompensa sea grande. Un experimento famoso realizado en la Universidad de Stanford en 1960 ponía a niños de entre 4 y 6 años en la difícil situación de comer una exquisita golosina ahora, o mirarla durante 15 minutos y luego comerse dos. Solo un tercio aguantó y llegó al final de la cruel espera. La ansiedad demostrada implica que la mayoría de estos chicos exigirían, para demorar su consumo de un chocolatín por un año, alrededor de 35.000 chocolatines adicionales.

Pese a que la edad nos vuelve más precavidos, la naturaleza dejó su rastro en nuestro cerebro, y las tentaciones nos siguen jugando malas pasadas. No seremos Homero Simpson, que cambió un barril de cerveza por la renuncia al plan dental para su familia, pero tenemos lo nuestro: siempre gastamos más de lo pensado cuando vamos al shopping, o en el supermercado (sobre todo si vamos a comprar con hambre). Por suerte, el sistema previsional tomó nota de nuestra falta de control y nos obliga a aportar para nuestra jubilación futura.

La falacia de la planificación

¿Hay algo peor que compartir equipo de fútbol con un tronco? Sí, que el tronco crea que juega bien y pida la pelota. Nuestro problema no es solo que ahorramos poco, sino que además creemos que en el futuro seremos diferentes, más precavidos. Somos troncos, pero confiamos en que mañana convergeremos a Messi.

Para mostrar esta triste faceta, imaginemos una cena con tres amigos un sábado a la noche. Recién vamos por el plato prin­cipal y ya estamos considerando pedir una tercera botella de vino. Al llamar al mozo, un amigo ve un cartel con una extraña propuesta de Alcohólicos Anónimos, que reza “Cuídese: no tome más de media botella por persona. No pida esa botella de más y a cambio llévese mañana dos botellas al precio de una”. Usted hace la cuenta y, siendo cuatro comensales, descubre que ya llegaron a la media botella por persona. Como vive al lado del restaurante no le cos­taría demasiado volver al día siguiente por esas dos botellas. Pero la noche está jugada y un amigo le propone, solo por hoy, pedir la botella adicional. Eso sí, los amigos se juramentan que en la próxima cena aprovecharán la oferta. Usted y yo sabemos, sin embargo, lo que ocurrirá en el encuentro siguiente: seguiremos siendo los mismos troncos ansiosos (y alcohólicos) de siempre.

Esta es una falla particularmente importante, porque implica que nuestros planes de ser austeros en el futuro no se cumplen muy a menudo. Tenemos una tendencia natural a creer que el día de mañana seremos más racionales que hoy, y por lo tanto, nuestra planificación del futuro será, casi con seguridad, fallida.

Afortunadamente, nuestro cerebro también nos permitió elaborar técnicas originales para evitar tentaciones. Candados en la heladera, obligar al mozo a llevarse la panera, dejar la tarjeta de crédito en casa, son todas estrategias para limitar nuestra codicia gastadora.

En temas más serios, esta ansiedad puede ser muy contraproducente. El cambio climático, por ejemplo, se debe casi con seguridad a un desproporcionado aprecio por lo inmediato, olvidando los derechos de las generaciones futuras. El control de nuestros descontroles han sido en parte la llave para el desarrollo de la especie. No lo derrochemos.

sábado, 14 de enero de 2017

A 20 AÑOS DE LA JODITA DE SOKAL







Este post es un breve homenaje a Alan Sokal, el científico estadounidense que concretó uno de los engaños más demoledores que puedan existir. De esos que exponen a los chantas, a los dogmáticos y a los religiosos de las ideas.

Se cumplieron 20 años desde que Sokal envió a la revista postmoderna Social Text un artículo titulado Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity. Por si es necesario aclararlo, el artículo estaba plagado de frases empalagosas, jerga exagerada, citas grandilocuentes o falsas, y un sinsentido general. El día que Social Text publicó este absurdo, Sokal anunció en la revista Lingua Franca que era trucho. El autor publicó después Imposturas Intelectuales, un libro que, al menos para mí, significó la puerta de entrada a leer ciencia (divulgativa).

Para poner en perspectiva la tremenda exposición generada por el asunto Sokal, digamos que es equivalente a que un jurado completo encuentre a un ladrón exactamente en el momento en que se está afanando algo. O peor aún, es similar al daño que se autoinflinge Trump cada vez que tuitea. Los pocos posmodernos que contestaron echaron más tierra a su funeral, usando en sus respuestas más de esos conceptos y palabras abtrusas y sin sentido que fueron motivo de la broma inicial.

Finalmente, ustedes se preguntarán por qué puse una foto de Sokal con Fidel Castro (¿es Castro?...). Resulta que muchos posmodernos se creen los paladines de la nueva izquierda, y suelen acusar a los científicos de ser funcionales a la derecha y esas cosas. Bien, resulta que el amigo Sokal siendo joven le puso el pecho a las balas del imperio, enseñando matemática en la Nicaragua Sandinista. Aparentemente, se hizo un rato para sacarse una foto con el comandante.

Más allá de la política, Sokal es y será para mí un héroe de la búsqueda de la verdad, de la importancia de la ciencia y de su utilidad para la humanidad. 



sábado, 7 de enero de 2017

¿QUE HAY DE NUEVO BEHAVIORAL?

Resultado de imagen para que hay denuevo viejo

Ya todos estamos al tanto de los sesgos cognitivos humanos que nos alejan del homo economicus racional. Pero… ¿qué hacemos con ellos?

Para empezar, son demasiados. En Wikipedia se listan nada menos que 165, casi una enciclopedia de fallas que nos hace quedar bastante mal siendo que nos consideramos la especie más inteligente. Varios se han preguntado cómo es posible que hayamos ganado la carrera evolutiva con tanto sesgo a cuestas. Jason Collins, un economista australiano que estudia los vínculos entre economía y evolución no cree que debamos insistir en querer “corregir” estos supuestos errores. Al contrario, debemos reconocerlos como el conjunto natural de capacidades que nos dejó la evolución, y que a veces nos sirven, y a veces no.

Gerd Gigerenzer, un psicólogo alemán especializado en estos temas, va más allá y plantea que lo que para la teoría racionalista es un pifie, pudo en realidad ser un gran acierto para nuestro éxito evolutivo. Para él, los atajos intuitivos son muchas veces una mejor solución que una interminable evaluación de complejas alternativas a las que nos tienen acostumbrados los modelos económicos tradicionales. Gigerenzer también afirma que nuestras limitaciones para comprender las probabilidades pueden superarse simplemente si las transmitimos más intuitivamente. Pocos saben qué significa que mañana habrá un 30% de probabilidades de lluvia, pero si explicamos que llovió en 3 de cada 10 días con las condiciones meteorológicas que habrá manaña, sabremos cómo decidir mejor.

En nuevos experimentos han aparecido versiones interesantes de viejos sesgos. El economista Daniel Gilbert, que ha estudiado en profundidad la felicidad, le encontró una vuelta de tuerca optimista a nuestros sesgos para predecir. Según él, nuestras vidas cambian mucho más de lo que creemos, aun cuando somos “viejos”. Creemos que a cierta edad ya hemos definido nuestra personalidad, pero la verdad es que aun con muchos años seguimos cambiando. Gilbert preguntó a personas de 40 años cuánto creen que pagarían dentro de 10 años por escuchar a su banda favorita, y la respuesta fue 130 dólares. Pero al preguntar a gente de 50 años cuánto pagaría por ver a su banda favorita de 10 años antes, la respuesta fue apenas 80 dólares.

¿Debemos ser más optimistas entonces? Depende. La neurocientífica Tali Sharot estudió mucho la cuestión del optimismo y llegó a una conclusión mixta. Por un lado, pecamos de excesivamente optimistas, especialmente con lo que nos toca de cerca. Al momento de casarnos, nadie cree ser parte de la estadística que dice que 2 de cada 5 parejas se divorcian. Tres de cada cuatro padres consideran que sus hijos vivirán mejor, pero solo el 30% de la gente considera que hoy se vive mejor que en los tiempos de nuestros abuelos. El punto es, por tanto, que creemos que las estadísticas negativas aplican a los demás, no a nosotros. Cada vez que un fumador lee esas horribles estadísticas de cáncer en el paquete de cigarrillos no se asusta, porque piensa que a él no le va a pasar.

Pero Sharot también encuentra que el optimismo puede ser beneficioso. Las estadísticas dicen que los que creen que les va a ir bien, les va mejor. Pero además, los humanos obtenemos placer al anticipar buenos momentos. Cuando se le pregunta a la gente cuánto pagaría por esperar para darle un beso a su celebridad preferida, el pago máximo no es para un beso ya, sino dentro de tres días. La razón para esta especie de tasa de descuento subjetiva negativa es que uno disfruta imaginándose y preparándose para el gran evento. Y es la misma razón por la que la gente prefiere los viernes, un día laborable, a los domingos, que no lo es. El secreto está entonces en ser optimista, pero siendo consciente de que exagerar puede resultar peligroso.

Otro que descarta la eliminación pura y llana de los sesgos y en cambio plantea que los usemos para nuestro beneficio es Paul Bloom, un cientista cognitivo canadiense suficientemente incorrecto como para decir que, en determinadas circunstancias, la empatía puede ser nociva y el prejuicio conveniente. Estas emociones humanas han sobrevivido con nosotros, y por algo debe ser, razona. El prejuicio, por ejemplo, nos permite categorizar y nos ayuda a hacer conjeturas útiles. Además, ser diferentes muchas veces nos pone orgullosos, como cuando resaltamos nuestro patriotismo. Y aunque uno sea un cosmopolita convencido, seguramente reconocerá la importancia de que su familia o sus amigos sean diferentes a los demás. El prejuicio nos viene más “cableado” de lo que nos gustaría reconocer: los bebés prefieren a los muñecos que tienen sus mismos gustos, e incluso prefieren a los muñecos que castigan a los muñecos que no tienen sus mismos gustos.

Es cierto que el prejuicio trae consigo muchos males, como el racismo y la intolerancia. Pero no podemos erradicarlo sin más. Bloom aboga por usar la racionalidad para limitarlo. Así como el libro La Cabaña del Tío Tom seguramente desembocó en el fin de la esclavitud, series como Modern Family o Will and Grace pueden contribuir a reducir los prejuicios sobre la elección sexual. Alguna vez Adam Smith comparó el dolor de una masacre de miles de personas en un lugar alejado, con el malestar personal de perder el dedo meñique. Concluyó que esto segundo es, y seguramente seguirá siendo, mucho más traumático para cada uno de nosotros. Esto, que es inevitable, puede sin embargo limitarse con inteligencia, estableciendo nuevas costumbres, dictando leyes, y marcando tabúes.


Las nuevas investigaciones sobre sesgos parecen encaminarse a concluir que su corrección lisa y llana puede ser inútil. Que es hora de reconocerlos como parte de nuestra humanidad, y de usar técnicas inteligentes para usarlos a nuestro favor, como personas, y como sociedad.