domingo, 20 de noviembre de 2016

MACRO CONDUCTUAL: UN EJEMPLO (POR LA NEGATIVA)





Como ya saben, en Economía al Diván arriesgamos que algunos sesgos cognitivos pueden tener consecuencias macro. Apuesta grande: hay como 165 sesgos, algunos contradictorios entre sí, y la mayoría dependen del contexto para activarse. 


Comportamiento y Macro Tradicional


Pero además, con la "Macro Conductual" ocurre algo extraño. Definamos a los "economistas de la conducta" como aquellos que acuerdan con el insuficiente realismo del agente representativo racional. A mí me parece enteramente natural que, dado que la teoría usual se construye a partir de la racionalidad, si esta racionalidad falla, la teoría también.


Y sin embargo, esto no siempre sucede. Un caso local es el del economista Martín Tetaz, que escribió dos o tres libros criticando la visión racionalista del individuo. Pero en temas macro, me cuesta distinguir su posición de la de los economistas que no se apoyan en el marco conductual. 


Quizás en cuestiones agregadas los sesgos  ayudan a entender mejor los mecanismos de mercado, o simplemente no alcanzan a modificar la lógica macro usual. No es mi intención polemizar, simplemente trato de identificar cuáles son para él exactamente las consecuencias diferenciales de la no racionalidad sobre la macro.



Behavioral y ahorro macro tradicional


Como dije, en Economía al Diván arriesgo algo más. Creo que la verdadera psicología humana puede contrastar con algunos resultados de la macro tradicional. 


Un aspecto consensuado de visiones no demasiado heterodoxas es que la ausencia de ahorro puede traer problemas. Las repetidas burbujas especulativas generan crisis cuando explotan porque la gente se gasta ese ingreso artificial adicional. Si esa plata se ahorrara, la burbuja se podría pagar sin mayores traumas (o ni se generaría). 

La explosión de la subprime en 2007 fue un caso paradigmático: el ahorro privado de EEUU colapsó con la formación de la burbuja inmobiliaria, y la explosión produjo una ola de quiebras.

La lista de Wärneryd

Ahora consideremos la evaluación que hace el profesor de psicología económica sueco Karl Wärneryd en su libro The Psychology of Saving (1999) respecto a los determinantes del ahorro y de las políticas necesarias para su estímulo. Karl, que a lo largo de todo su libro ataca al agente racional, propone:


1. Reducir los impuestos a la riqueza, a los activos financieros y a sus retornos.
2. Eliminar los impuestos a los bienes durables.
3. Anticipar condiciones financieras y económicas futuras negativas o inciertas.
4. Eliminar beneficios sociales en general y del sistema jubilatorio en particular.
5. Reducir las expectativas de inflación.


Estas son recetas neoclásicas, puras y simples. Se derivan del modelo macro tradicional, donde la variable clave para aumentar el ahorro es la tasa de retorno (neta de impuestos). A eso apuntan las propuestas de los puntos 1 y 2. Los desarrollos modernos incorporan la incertidumbre futura en el consumo, y sus recomendaciones coinciden con los puntos 3 y 4. Finalmente, si bien algo indirectamente, una menor inflación permitiría una mayor capacidad del sistema financiero para asegurar el valor futuro de los depósitos bancarios y otros instrumentos de ahorro nominales.

Ahora usemos el extraordinario experimento natural que fue la crisis de 2009, desencadenada en parte por la drástica caída de la tasa de ahorro personal en Estados Unidos, para evaluar esta lista ¿Qué pasó con las variables que según Wärneryd debían afectar negativamente el ahorro?

Primero, en las últimas tres décadas las autoridades de Estados Unidos se mostraron más complacientes que nunca con la expansión del sistema financiero, luego considerado una de las causas centrales de la crisis. Se erradicaron las trabas a las transacciones de activos financieros y a la creación de nuevos instrumentos, y se eliminaron varios mecanismos de control. 


Segundo, el gobierno estadounidense propició una histórica reducción de impuestos a los ricos, principales responsables del ahorro, lo que debió estimular la acumulación de riqueza.


Tercero, se favorecieron políticas para limitar las redes de contención social, estimulando a cambio el acceso al crédito para todas las clases sociales, lo que incluyó una despreocupación total por el desempleo y sus compensaciones. 


Cuarto, las autoridades, los grandes inversores y varios economistas influyentes promocionaron una retórica favorable a la idea de que la prosperidad observada durante los 2000 era perpetua y de que el ciclo había muerto.


Finalmente, este contexto se caracterizó además por una inflación muy baja, consecuencia supuestamente de la virtud de quienes estaban a cargo de la política monetaria.



El error de Wärneryd


Repase ahora el lector la lista de Wärneryd y verá que en el contexto recién caracterizado las tasas de ahorro personal debieron literalmente explotar a la suba. Y sin embargo, lo que ocurrió fue que se volvieron fuerte y peligrosamente bajas (o negativas), y derivaron en la crisis más importante de los últimos 80 años. 


La fundamentación de Wärneryd se basa en una pretendida estabilidad intrínseca del sector privado: en lugar de utilizar la evidencia psicológica para identificar los problemas de la teoría tradicional, su respeto inmerecido hacia la mainstream desembocó en una visión insuficientemente crítica de sus cualidades.

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