martes, 9 de agosto de 2016

ACADÉMICOS, ESCRIVAN VIEN!

Hoy te charlo sobre lo mal que se escribe en la academia. Como siempre, nada de esto lo invento yo, nuestro gurú Steven Pinker te explica lo mismo con detalle acá, pero yo te lo cuento resumidito, en castellano, y aplicado a nuestro terruño y lenguaje. Todo por un tipo de cambio.

Pinker no usa eufemismos para criticar la escritura de los académicos: para él, simplemente, apesta. Y en el artículo trata de desentrañar por qué los que se dedican a la academia se caracterizan por una prosa tosca, oscura, desagradable a la lectura y muchas veces imposible de entender.

Parece que la respuesta más común es que esa es una elección deliberada, para no perder "el debate teórico". Tras una verba oscura se ocultaría el hecho de que no tienen un pomo para decir. La sofisticación científica y los términos inventados ayudarían a confundir a los lectores y a hacerlos pensar que sabemos un montón, y que el tonto es él, que no entiende. Para muestra baste el botón de un párrafo ganador de un premio a la peor escritura del año 1998:

El paso de una explicación estructuralista en que se entiende el capital para estructurar las relaciones sociales de forma relativamente homólogas a una visión de la hegemonía en el que las relaciones de poder están sujetas a la repetición, la convergencia y rearticulación trajeron a colación la cuestión de la temporalidad en el pensamiento de la estructura, y marcan el paso de una forma de la teoría de Althusser que lleva de las totalidades estructurales como objetos teóricos a aquellas en las que los conocimientos sobre la posibilidad contingente de estructura inauguran una concepción renovada de la hegemonía ligada a los sitios contingentes y a las estrategias de la rearticulación del poder. 

El párrafo ganador no es de esa máquina automática generadora de papers posmodernos, sino del profesor de literatura Judith Butler, de la Universidad de California en Berkeley, considerado por algunos como "una de las diez personas más inteligentes del planeta". 

Pinker dice que esta no es la única explicación para escribir apestosamente. También son culpables quienes se ven obligados, por la complejidad del tema que tratan, a escribir difícil. Otros sostienen que el problema es la autoridad de aplicación: al escribir así estaríamos dando una prueba de nuestra seriedad a editores y referises varios de journals y y otras yerbals.

El propósito de la escritura académica es presentar una verdad desinteresada. El escritor conoce esa verdad antes de transformarla en palabras, y la escritura no debe ser un vehículo para descubrirla, encubrirla o disfrazarla. Dirigirse a un lector debería ser semejante a lo que experimentamos cuando conversamos con alguien, circunstancia en la que al académico más obtuso le daría vergüenza hacer lo que hace cuando escribe.

Thomas y Turner, en un maravilloso libro llamado Clear and Simple as the Truth, ilustran el asunto. Explican que cuando uno abre un libro de cocina, no espera toparse con preguntas filosóficas o religiosas acerca del tema en cuestión, del tipo: "¿es posible hablar de cocinar? ¿existen realmente los huevos? ¿es posible generar conocimiento sobre la comida?". Todos queremos llegar al punto (en este caso, a la tortilla), pero los académicos muchas veces nos pasean más que un tachero a un turista.

Hasta aquí el diagnóstico general. En una próxima entrega veremos algunas cuestiones específicas de lo apestoso de la escritura académica. No me dejen en la solitud de mi propio ser, embargado por el desamparo de no tener lectores que lean lo que escribiré para que me lean.





2 comentarios:

  1. Jajaja! De académica nada. Así que leo sin entender un pito. Desde la real endemia de mi caramañola vacía, espero sedienta el próximo artículo.

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  2. Ja ja, ok. A veces uno lee cosas divulgativas escritas por académicos, por eso es importante que sean claros. Un saludo!

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