viernes, 25 de marzo de 2016

Represiones y Liberaciones (sobre la época de la Plata Dulce)



Las experiencias de liberalización comercial y financiera en el cono sur y especialmente en Argentina fue­ron prácticamente únicas en el mundo en términos de rapidez y extensión. La primera de ellas, a fines de los años setenta, fue particularmente extrema. El diagnóstico de la época, real o imaginado, era que nuestro país debía su estancamiento relativo desde 1930 al ahogo del Estado en la economía, en especial por la protección a la industria y los límites al sistema financiero, que impedía que los argentinos ahorraran lo suficiente para financiar nuevas y eficientes inversio­nes. La reacción fue una desregulación y una apertura financiera y comercial casi fanática, en la que se pasó de una fuerte intervención a una especie de “todo vale”.

El plan, maquinado por el entonces ministro de economía José Alfredo Mar­tínez de Hoz, se basaba en las ideas más dogmáticas de la Universidad de Chicago y sus prometedores “Chicago Boys”, con Milton Friedman (que ya no era ningún boy) a la cabeza. Un aspecto central del plan fue el intento de disminuir el ritmo de devaluación para acabar con la inflación. En un marco de liberalización comercial total esto indujo un extremo atraso cam­biario (dólar barato) y un violento aumento de las importaciones y del turismo en el extranjero.

La obsesión con la competencia externa se tornó tan grotesca que una publicidad televisiva oficial rompía en cámara una silla de industria argentina, para demostrar que las importadas podían ser de mejor calidad. Un síntoma elemental de atraso cambia­rio largamente comentado fue la insólita importación de alimentos como carne o papas, a un país con una de las mayores ventajas competitivas de recursos naturales alimenticios del mundo. Pronto la ven­taja cambiaria fue tal que no pasó mucho tiempo hasta que la percepción general se revirtiera y fueran los bienes nacionales los que se juzgaban como robustos frente a una avalancha incontenible de productos importados de pésima calidad (La propia publicidad de la silla dice al final que las porquerías que importábamos podían ser incomprables).

En un marco de liberalización financiera total con altas tasas de interés en dólares, el país recibió una andanada de capitales extranjeros especulativos buscando una obvia diferencia en dólares. El cine local registró la infame época con una película titulada con justeza “Plata Dulce”, que ilus­tró crudamente la financiarización de la economía y sus consecuencias. El protago­nista (Federico Luppi), devenido en pocas semanas en importante directivo de una compañía financiera gracias a un oscuro compañero de colegio, se ve inmerso en un mundo de dinero fácil y viajes al extranjero. Como su fábrica familiar de botiquines de baño había entrado en quiebra, Luppi procura convencer a su familia de que su éxito se debe a que el país finalmente había ingresado al mundo moderno (cualquier similitud con la Eurozona es pura coinci­dencia). Cuando llega la crisis, el gobierno se ve obligado a castigar a los banqueros y el ingenuo Luppi termina preso mien­tras su mentor, un tal Arteche, escapa a Miami con el dinero de los depositantes y la sobrina de Luppi. En una escena que pasó a la historia del cine nacional, Luppi descubre el engaño y grita consternado: “¡Arteche y la puta madre que te parió!”. Pese a cierto tono de comedia, la película es dramática e ilustra perfectamente el sentimiento de la época y lo grotesco del modelo aplicado.

Pero además de lo caricaturesco, el año 1976 marcó una etapa política y social oscura para el país, en la que las palabras represión y liberación adquirían un sig­nificado político muy especial. En aquel contexto, quienes decidieron impulsar la reforma financiera utilizaron la retórica de que el sistema financiero argentino estaba “reprimido”. Se suponía que liberando (el eufemismo para esta palabra era “liberali­zando”) el potencial del sistema financiero se lograría inducir un aumento del ahorro que espaciara recursos para invertir. Los resultados de esta ilusión quedaron exce­lentemente plasmados en el título de un famoso artículo de Carlos Díaz Alejandro (1984): “Good bye financial repression, hello financial crash” (“Adiós represión financiera, hola crack financiero”). 

2 comentarios:

  1. Excelente pelicula, que debiera ser vista obligatoriamente por las nuevas generaciones para que sepan que lo que nos quieren decir ahora ya fue dicho en su momento. Y con los resultados a la vista.

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