sábado, 31 de diciembre de 2016

46 y 52

No, el título no refiere a una esquina para encontrarse en la ciudad de La Plata, ni tampoco a una versión adulta de un tema de Fito Páez. 

Es que en 2016 tuvimos 46 programas de Dos Tipos de Cambio. Y este es el post 52, uno por semana, de nuestro blog. Un orgullo en sí mismo, pero como es fin de año y tiempo de balances, van algunas estadísticas sobre el programa y el blog.

Programa de radio: estadísticas vitales

  • El promedio de color de la gente que escuchó el programa es marroncito claro.
  • El promedio de género de los invitados que asistieron al programa no fue enteramente masculino, ni enteramente femenino.
  • La correlación entre gente que escuchó nuestro programa por radio alguna vez, y que además tiene acceso a la radio es 0.99
  • La cantidad de grados que se necesitan para llegar a Dos Tipos de Cambio es mucho mayor que la necesaria para llegar Kevin Bacon.
  • Todos los programas fueron emitidos sin improvisaciones ni preparación alguna.

Blog: estadísticas mortales

  • La cantidad de posts publicados fue de 52
  • La cantidad de posts publicados superó los 50
  • No ha sido demostrado que aquellos que no publicaron comentarios sepan leer o escribir, o ambos.
  • El espacio no utilizado por este blog, sus posts y sus comentarios en la web es enorme.
  • El comentario más repetido en el blog es "he leído un post maravilloso, pero no ha sido este".
Queremos aprovechar también para agradecer a todos los que se interesaron por la economía durante este año, y creyeron que los economistas y los que hablaron de economía en general, tenían algo para aportarles. Que la inocencia les valga y feliz año para todos!

Gerardo y Pablo,
Dos Tipos de Cambio






viernes, 16 de diciembre de 2016

ECONOMISTAS Y EL CLIMA (NO EL DE INVERSIÓN)



Bueno, muchachas y muchachos, se viene el cambio climático, el derretimiento de los polos, las inundaciones y todo eso. Mientras esto ocurre, el amigo Trump acusa insólitamente a China, uno de los mayores emisores de dióxido de carbono del mundo, de inventar lo del calentamiento global para perjudicar a Estados Unidos.

Pero por suerte estamos los economistas para salvar al mundo. Somos, podría decirse, los Noé de la próxima inundación, los que tenemos en nuestros modelos la solución óptima para problemas como estos. Más en serio... ¿qué análisis y recomendaciones hemos estado haciendo los economistas respecto del cambio climático? 

Esto decimos

Este post toma ventaja (básicamente nuestra estrategia en este blog, afanarle a otros), de dos artículos muy interesantes sobre el tema. Uno es el de David Roberts, y el otro del inefable Noah Smith. Si consideran que es más ético leer esos artículos que este resumen, traten de ser un poco menos éticos al menos por cinco minutos más y sigan leyendo.

En general, la posición de los economistas sobre el calentamiento global, sumando especialistas y no especialistas del tema, tiende a ser razonable. El 90% de ellos considera que si no se hace nada habrá problemas serios o muy serios. Algo más de la mitad de ese total considera que las acciones que se deben tomar son inmediatas. Respecto de si el cambio climático tiene o tendrá un efecto negativo en la economía global, el 40% dice que ya está sucediendo, el 20% que esto sucederá desde 2025 y el 25% desde 2050 en adelante. Finalmente, el 80% cree que el calentamiento tendrá un impacto negativo de largo plazo sobre la economía global.

En otras palabras, los economistas no estamos tan locos ni tan locas. Entendemos el riesgo y, en buena parte, coincidimos con la enorme mayoría de los científicos sobre los riesgos involucrados.

Esto hacemos

¿Pero qué pasa con las contribuciones académicas de la economía para diagnosticar y solucionar el cambio climático? Los que se dedican a esto full time son un grupito bastante pequeño, aunque algunos economistas importantes se han preocupado por hacer algunas contribuciones eventuales. 

En el año 2011, el Instituto Ambiental de Estocolmo publicó un informe donde retó a los economistas por no seguir el ritmo en el análisis de otros avances científicos en otras áreas sobre el tema. No suelo quotear, pero acá vale la pena (traducción propia):

"Lamentablemente, la economía del clima tiende a quedarse atrás de otras ciencias del clima (...). El análisis rara vez retrata los avances más recientes en la ciencia del clima; e incluso incorpora a menudo representaciones simplificadas del conocimiento científico anacrónicas por años, y a veces por décadas. Más aun, la economía del clima a menudo ha sido un obstáculo por la adopción acrítica del marco tradicional de costo-beneficio, minimizando e ignorando los profundos problemas teóricos que plantean la incertidumbre, los impactos intergeneracionales y el cambio tecnológico de largo plazo."

Si una institución sueca me llega a hablar así sobre lo que yo hago, me dedico a otra cosa. Noah Smith dice que este es un antecedente demasiado peligroso como para confiar en el futuro en las recomendaciones de los economistas respecto de este tema. Y Noah de inundaciones sabe...

Un economista muy destacado llamado Robert Pindyck, escribió recientemente un paper donde critica duramente las técnicas utilizadas por los economistas para estudiar el cambio climático. Dice que estos modelos producen una percepción de precisión y conocimiento que es totalmente ilusoria, y que puede inducir a errores graves de política. Pindyck prefiere un enfoque más transparente y simple para analizar el tema.

Esto proponemos

Hay dos temas específicos donde los economistas han sido escuchados respecto del calentamiento. Uno es la propuesta de gravar con un impuesto al carbón a los que polucionan, en función del costo social de esa polución. Si bien hay consenso sobre la efectividad de la medida (yo no estoy para nada seguro), hay desacuerdos sobre el monto óptimo, que algunos sitúan en 37 dólares (me asusta un poco la precisión). El 20% dice que el valor es razonable, el 50% cree firmemente que es más que eso, y el 10% que es menos.

El otro punto donde se consulta a los economistas es respecto de la "tasa de descuento", es decir, el cálculo de cuánto queremos crecer (y polucionar) nosotros versus cuánto le dejamos de crecimiento y polución a las futuras generaciones. Aquí el desacuerdo sobre cómo encarar este cálculo es total. Algunos dicen que hay que usar una tasa de descuento que incluya "parámetros éticos", otros que esos parámetros estén pero que vayan desapareciendo con el tiempo, otros que hay que usar tasas de mercado constantes, y otros tasas de mercado decrecientes. En suma, no hay consenso sobre cómo descontar ni sobre cuánto es el descuento. 

Esto haremos: nadaremos

Yo sé que algunos colegas se van a enojar por lo que voy a decir, pero tengo la triste impresión de que el problema del cambio climático es demasiado importante como para dejar las decisiones más importantes en manos de los economistas. 

La economía está llena de modelos complejísimos con resultados contraintuitivos, de teorías falsadas una y otra vez, y de una confianza exagerada sobre la capacidad de algunos mecanismos automáticos para resolver problemas. Estos modelos y teorías pueden ser terreno fértil para comprender algunos fenómenos puntuales, pero extenderlos a temas que comprometan la supervivencia de la especie involucra un riesgo demasiado alto.

Yo diría que los economistas nos quedemos en casita, prendamos el aire, y sigamos sacando derivadas. Y que los que más saben nos ayuden a bajar la temperatura.







viernes, 9 de diciembre de 2016

PELIGRO, TUITER SUELTO!

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Peligro de Tuit

Quedé bastante impresionado por un post del prolífico Noah Smith, uno de los economistas blogueros más reflexivos. El tipo plantea que tuiter puede ser una distopía, es decir, lo opuesto de una utopía. Este sería un tipo particular de distopía, una distopía tecnológica. Todo parece indicar que el post se origina por los exabruptos del mismísimo Trump, que cada vez que tuitea provoca un bolonqui mundial.  

Puesto en términos económicos: tuiter nos puede llevar a un "mal equilibrio", porque si bien cada persona puede estar mejor usando la red, el sistema puede producir poderosas externalidades negativas que contrapesen los beneficios individuales. 

Noah propone cuatro mecanismos por los cuales el neto puede ser negativo (ver detalles en la nota):

1. 140 caracteres. En poco espacio, para ser escuchado uno tiene que escribir duro.
2. No todos los que leen un retuit comentado leen una respuesta del tuit original.
3. Cualquiera puede comentar. En FB no pasa, solo pueden comentar los amigos aprobados.
4. Anonimato. No hay filtro reputacional.

De manera interesante, Noah sugiere que tuiter contribuyó a la reciente apertura de una "grieta" ideológica en EEUU.

La defensa descansa?

Como usuario de tuiter con cierta actividad, varias veces me he planteado estas cuestiones, aunque nunca en términos tan amplios. 

Creo que algunos beneficios son indudables. Tuiter te ofrece compartir esa genialidad del improptu, esa frase brillante, esa pequeñez curiosa. Nadie recuerda capítulos de la literatura universal, pero todos recordamos las grandes frases que la pueblan. Tuiter anima y permite a cualquiera hacer su propia gran afirmación histórica. No se puede versear, ni repetir para convencer, ni dar largos discursos esotéricos. Hay que decir las cosas clara y directamente.

Otra ventaja que yo veo es que, si tuviéramos que poner un único adjetivo a esta red, la más representativa sería IRONIA. Y la ironía me parece un recurso lingüístico/social positivo. Agrupa a los valiosos, enoja a los dogmáticos y encierra a los agresivos. La ironía es una de los fundamentos de la empatía, y es un buen símbolo del proceso civilizatorio.

Tuiter ha permitido, además, que muchos genios tuvieran la oportunidad de ser conocidos sin necesidad de hundir una cantidad imposible de capital. Si merecés ser famoso porque sos un genio, no sirve escribir un libro, sino encontrar un mecenas. Y lo más probable es que nunca nadie sepa nada de vos, mientras otros tenemos que soportar que los Vilouta de este país gocen de popularidad y dinero.  

Es indudable que en tuiter la confrontación está a la vuelta de esquina, y que es un universo plagado de trolls, bots y otros anglicismos feuchos. Pero, al menos en la dimensión individual, uno es perfectamente capaz de elegir con quién interactuar y con quién no, y también de medir sus palabras (o sus textos) para evitar discusiones inútiles. Tuiter me enseñó que, cuando digo algo en serio, debo escribir con respeto, preferentemente en modo potencial, y en lo posible tomando en cuenta la opinión de otros. 

Larga vida al pajarito

En suma, creo que algunos males de tuiter se pueden subsanar mediante un buen criterio individual de ajuste. En cuanto a los efectos políticos, el tema me excede un poco, pero creo que la confrontación no nace de tuiter. Muchos medios, por ejemplo, se han especializado en ganar la atención del público vendiendo mercadería de muy baja calidad y alta adicción. Inevitablemente, esto rebota en las redes sociales.

Y tuiter, como el resto de las redes, en realidad permite contrarrestar los abusos de estos medios medios, porque el público está alerta a las operaciones periodísticas, a los absurdos y a las mentiras. 

No sé si hay algún estudio sobre el tema, pero para mí la tendencia de tuiter es hacia quedarse con los mejores, hacia desechar la violencia verbal y la confrontación inútil, y hacia exigir cada vez mayor calidad para conseguir rebotes.

Y si no te gustó este post, escribime a tuiter que te atiendo, gil. 







sábado, 3 de diciembre de 2016

TENGO UN GEMELO




Este es un post personal, escrito por Pablo Mira. Para los que no me conocen, yo soy éste (el de la izquierda):


La imagen puede contener: 2 personas, personas sonriendo, personas de pie

Pero el mundo te da sorpresas, sorpresas te da este mundo. Y encontré por ahí a este personaje:


Sí, soy yo con el pelo lacio, básicamente. Ahora, podría decirse que esta es una coincidencia menor, teniendo en cuenta que entre 7.000 millones de personas, encontrar un símil es lo esperable, como atestiguaba la brillante sección de los parecidos de TVR. 

Lo verdaderamente insólito es que, antes de conocer la cara de este señor, yo tenía en mi biblioteca un libro de este señor, que se llama Gad Saad. El libro se llama The Evolutionary Bases of Consumption, y lo leí para escribir algunas partes sustanciales de Economía al Diván. Y por supuesto, los que tienen el libro pueden confirmarlo mirando la bibliografía.

O sea que hay un chabón que se parece a mí y le interesan temas muy parecidos a los que me interesan a mí. Chupate esa coincidencia.








domingo, 27 de noviembre de 2016

EL FANTASTICO DOCTOR AKERLOF

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Cuando se trata de elegir macroeconomistas (teóricos) favoritos, tengo varios nombres. No estoy hablando de cuales SON los mejores, sino de algo mucho menos relevante: mis gustos personales. Seguro se me olvidan varios, pero Keynes, Okun, Leijonhufvud, Stiglitz y Heymann en el ámbito local, son algunos de los que más admiro. 

Al hacer una lista como ésta, muy pocos se acuerdan del fantástico George Akerlof, nóbel compartido nada menos que con Stiglitz. Akerlof tuvo la extraordinaria virtud de inventar nuevas formas de entender la economía. Su mérito mayor fue oponerse al programa de Gary Becker y su intento de conquistar con el método económico a otras disciplinas. En realidad, Akerlof no se opuso a Becker, sino que lo superó por la positiva haciendo lo contrario: tomó conceptos de otras disciplinas (sociales) y las incorporó a la economía, enriqueciendo sus conclusiones.

El nóbel, sin embargo, no se le otorgó por este tipo de contribuciones. Se lo premió por un estudio específico sobre información asimétrica aplicado al mercado de autos usados "truchos" o "fallados", algo que en EEUU tiene un nombre específico: Market for Lemons. La idea es simple y profunda (como todas las que propuso): si el comprador no conoce la calidad de un auto, entonces ofrece poco por las dudas, y por tanto los únicos que se van a acercar al mercado son los autos malos. Los autos usados buenos no participarán del mercado y las transacciones solo serán entre Lemons. 

Pero insisto, este no es un quiebre fundamental, es solo un ejemplo, una variante de los modelos tradicionales. Akerlof hizo mucho más, com muestran las imágenes de arriba.

La economía de la identidad captura la idea de que todos nosotros pertenecemos, de una u otra manera, a algún grupo identitario (político, religioso, social, de género, incluso identidades imaginarias). Los humanos tenemos una tendencia natural a juntarnos en grupos y diferenciarnos rápidamente de otros grupos. Esto tiene consecuencias importantes sobre la decisiones económicas, porque cuando uno tienen una identidad fuerte no solo es diferenciado (o discriminado) por otros, sino que además se autodiscrimina, para evitar sufrir costos individuales. Hay cosas que el grupo X se supone que no hace, que no debe hacer, por la identidad que tiene. Los condicionantes sociales tienen efectos económicos. Y son muchos e importantes.

Animal Spirits es un intento de aplicar la Economía de la Conducta a la macroeconomía, y fue parte de la inspiración para Economía al Diván. Muchos de los vicios de la crisis de 2009 están explicados claramente en este libro, que es de lectura obligatoria. Akerlof ya había elaborado hace rato varios modelos "behavioral" aplicados al mercado de trabajo, para explicar el problema del desempleo. Su esposa, Janet Yellen (presidenta de la Reserva Federal), hizo un intento de aplicar estas cuestiones nada menos que a la política monetaria.

La última publicación es La Economía de la Manipulación, un libro que cuenta algo que todos siempre pensamos que existe pero que la economía tradicional ha ignorado: muchas empresas se aprovechan de sus clientes. No, no es una conspiración, ni tampoco una construcción paranoica de mentes ingenuas, sino un realidad. Conceptualmente, si es cierto que los consumidores tienen sesgos, y si esos sesgos son menos pronunciados en las empresas, que son más racionales, entonces la predicción es que las firmas aprovecharán estos fallos y, literalmente, nos robarán. El libro explica este punto (que es teórico) de manera fascinante y sencilla. 

Pero lo que más me impresiona del trabajo de Akerlof, y que es algo que en Dos Tipos de Cambio admiramos fervientemente, es su capacidad divulgativa. Ideas simples con consecuencias prominentes, una combinación científica letal contra la ignorancia y la petulancia analítica.


domingo, 20 de noviembre de 2016

MACRO CONDUCTUAL: UN EJEMPLO (POR LA NEGATIVA)





Como ya saben, en Economía al Diván arriesgamos que algunos sesgos cognitivos pueden tener consecuencias macro. Apuesta grande: hay como 165 sesgos, algunos contradictorios entre sí, y la mayoría dependen del contexto para activarse. 


Comportamiento y Macro Tradicional


Pero además, con la "Macro Conductual" ocurre algo extraño. Definamos a los "economistas de la conducta" como aquellos que acuerdan con el insuficiente realismo del agente representativo racional. A mí me parece enteramente natural que, dado que la teoría usual se construye a partir de la racionalidad, si esta racionalidad falla, la teoría también.


Y sin embargo, esto no siempre sucede. Un caso local es el del economista Martín Tetaz, que escribió dos o tres libros criticando la visión racionalista del individuo. Pero en temas macro, me cuesta distinguir su posición de la de los economistas que no se apoyan en el marco conductual. 


Quizás en cuestiones agregadas los sesgos  ayudan a entender mejor los mecanismos de mercado, o simplemente no alcanzan a modificar la lógica macro usual. No es mi intención polemizar, simplemente trato de identificar cuáles son para él exactamente las consecuencias diferenciales de la no racionalidad sobre la macro.



Behavioral y ahorro macro tradicional


Como dije, en Economía al Diván arriesgo algo más. Creo que la verdadera psicología humana puede contrastar con algunos resultados de la macro tradicional. 


Un aspecto consensuado de visiones no demasiado heterodoxas es que la ausencia de ahorro puede traer problemas. Las repetidas burbujas especulativas generan crisis cuando explotan porque la gente se gasta ese ingreso artificial adicional. Si esa plata se ahorrara, la burbuja se podría pagar sin mayores traumas (o ni se generaría). 

La explosión de la subprime en 2007 fue un caso paradigmático: el ahorro privado de EEUU colapsó con la formación de la burbuja inmobiliaria, y la explosión produjo una ola de quiebras.

La lista de Wärneryd

Ahora consideremos la evaluación que hace el profesor de psicología económica sueco Karl Wärneryd en su libro The Psychology of Saving (1999) respecto a los determinantes del ahorro y de las políticas necesarias para su estímulo. Karl, que a lo largo de todo su libro ataca al agente racional, propone:


1. Reducir los impuestos a la riqueza, a los activos financieros y a sus retornos.
2. Eliminar los impuestos a los bienes durables.
3. Anticipar condiciones financieras y económicas futuras negativas o inciertas.
4. Eliminar beneficios sociales en general y del sistema jubilatorio en particular.
5. Reducir las expectativas de inflación.


Estas son recetas neoclásicas, puras y simples. Se derivan del modelo macro tradicional, donde la variable clave para aumentar el ahorro es la tasa de retorno (neta de impuestos). A eso apuntan las propuestas de los puntos 1 y 2. Los desarrollos modernos incorporan la incertidumbre futura en el consumo, y sus recomendaciones coinciden con los puntos 3 y 4. Finalmente, si bien algo indirectamente, una menor inflación permitiría una mayor capacidad del sistema financiero para asegurar el valor futuro de los depósitos bancarios y otros instrumentos de ahorro nominales.

Ahora usemos el extraordinario experimento natural que fue la crisis de 2009, desencadenada en parte por la drástica caída de la tasa de ahorro personal en Estados Unidos, para evaluar esta lista ¿Qué pasó con las variables que según Wärneryd debían afectar negativamente el ahorro?

Primero, en las últimas tres décadas las autoridades de Estados Unidos se mostraron más complacientes que nunca con la expansión del sistema financiero, luego considerado una de las causas centrales de la crisis. Se erradicaron las trabas a las transacciones de activos financieros y a la creación de nuevos instrumentos, y se eliminaron varios mecanismos de control. 


Segundo, el gobierno estadounidense propició una histórica reducción de impuestos a los ricos, principales responsables del ahorro, lo que debió estimular la acumulación de riqueza.


Tercero, se favorecieron políticas para limitar las redes de contención social, estimulando a cambio el acceso al crédito para todas las clases sociales, lo que incluyó una despreocupación total por el desempleo y sus compensaciones. 


Cuarto, las autoridades, los grandes inversores y varios economistas influyentes promocionaron una retórica favorable a la idea de que la prosperidad observada durante los 2000 era perpetua y de que el ciclo había muerto.


Finalmente, este contexto se caracterizó además por una inflación muy baja, consecuencia supuestamente de la virtud de quienes estaban a cargo de la política monetaria.



El error de Wärneryd


Repase ahora el lector la lista de Wärneryd y verá que en el contexto recién caracterizado las tasas de ahorro personal debieron literalmente explotar a la suba. Y sin embargo, lo que ocurrió fue que se volvieron fuerte y peligrosamente bajas (o negativas), y derivaron en la crisis más importante de los últimos 80 años. 


La fundamentación de Wärneryd se basa en una pretendida estabilidad intrínseca del sector privado: en lugar de utilizar la evidencia psicológica para identificar los problemas de la teoría tradicional, su respeto inmerecido hacia la mainstream desembocó en una visión insuficientemente crítica de sus cualidades.

sábado, 12 de noviembre de 2016

POR QUÉ TRUMP NO GANÓ


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Ok, al título le falta una coma o algo. No queremos decir que Trump no ganó, no estamos tan locos (no somos Trump). Lo que intentamos mostrar en este post es que hay algunas explicaciones acerca de la victoria trumpista que, o son erróneas, o merecen alguna aclaración.

A esta altura ya se han probado miles de argumentos para justificar la victoria de Donald. He aquí algunos de los principales, y las dudas que nos dejan, todo basado en este artículo. La estrategia principal es comparar los resultados de Trump con los de Romney frente a Obama en la elección de 2012.

1. GENERO. Los hombres votan más republicanos que las mujeres.  Trump perdió los votos de las chicas, pero compensó mucho con hombres. DUDOSO

En la elección anterior, Romney ganó entre los hombres (52%) y perdió entre las mujeres (45%). Trump mejoró este margen, pero no por mucho: fue 53% a 42%.

Las mujeres blancas de baja educación, en cambio, votaron a Trump por escándalo: 62%.

2. RAZA. Esta vez los votantes blancos se volcaron con todo a favor de Trump. FALSO.

Los blancos votaron a Trump en un 58%, pero Romney ganó con 59%. El electorado de blancos, además, fue más bajo que en la elección anterior. Tampoco hubieron diferencias marcadas en ambas elecciones entre los votos latinos, negros o asiáticos.

3. MILLENNIALS. Los millennials ahora cambiaron su decisión en masa. FALSO.

Los millennials son los borregos de 18-24 años. A Trump mucho no lo quieren y solo lo votó el 35%, pero a Romney lo había votado el 36%. No hubieron diferencias.

4. EDUCACION. Los menos educados ahora se volcaron mucho más a votar a Trump. VERDADERO.

Romney había obtenido 48% de los votos de esta gente, Trump se alzó con 51/52%. Acá hay una separación importante.

5. PARTIDO. Trump ganó pese a que los republicanos no lo bancaron. FALSO.

El 90% de los republicanos votaron por Trump, mientras que el 89% de los demócratas votaron por Hillary. Si bien Trump ganó por 6 puntos entre los autodenominados independientes (un tercio del electorado), Romney había logrado casi la misma diferencia.

6. DESCONTENTOS VARIOS. El enojo con la globalización y el establishment llevó a la victoria a Trump. DUDOSO.

Vean el siguiente gráfico:



Trump sacó menos votos que Romney contra Obama. Obama perdió 3,5 millones de votos entre elecciones, y Hillary 6 millones más, aunque sumó más que Trump en el total.

Acá tenemos una combinación de desgaste del gobierno demócrata, algún rechazo específico a Hillary, y quizás lo más importante: un sistema de votación que benefició a Trump.

Y un dato más: de los 230 millones de almas que podían votar, votó la mitad. El 25,6% votó a Clinton, y el 25,5% a Trump.

En suma, las hipótesis que marcan que Trump ganó gracias a grandes cambios en el electorado debido a un hartazgo estructural del sistema y cosas por el estilo no parecen tener demasiado fundamento. Las causas salientes parecen ser:

a. Enojo de blancos poco educados con Hillary
b. Sistema de votación ridículo (no obligatorio e injusto)
c. Suerte.

Pero claro, ¿a quién le gusta rendirse a las no explicaciones habiendo tanto humo para vender?



domingo, 6 de noviembre de 2016

APRENDIZAJE Y EL JUEGO DEL MONTY HALL*

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¿Podemos los humanos aprender a ser racionales? Algo que deberíamos manejar bien son los problemas bayesianos, o sea, cómo calcular la probabilidad de que ocurra un evento si obtenemos nueva información. ¿Debo comprar dólares luego del anuncio del BCRA? ¿Me devolverán mi depósito si todos se enteraron que mi banco está en problemas?

Hay algunos experimentos que sugieren que el aprendizaje de la resolución de problemas bayesianos casi nunca se logra. El caso más resonante fue el intento con el juego del Monty Hall o enigma de las tres puertas.

El Monty Hall

El concurso, que formaba parte de un show televisivo, tiene la siguiente mecánica. Al concursante se le ofrece la posibilidad de escoger entre tres puertas. Tras una de ellas el premio es un coche, mientras que detrás de cada una de las otras dos hay una cabra (la cabra tras la puerta intenta dejar claro al participante que perdió).

Después de que el concursante escoge una de las puertas, el presentador va a mirar detrás de las mismas (viendo lo que hay detrás de cada una); y abre una de las otras dos, mostrando siempre una cabra. Entonces, se ofrece al concursante la posibilidad de cambiar su elección y escoger la puerta que queda cerrada, o bien quedarse con la elegida inicialmente. ¿Cuál de las dos alternativas es la más conveniente?

La respuesta correcta es que siempre conviene cambiar de puerta, resultado que surge de aplicar la teoría básica de la probabilidad. De hecho, la probabilidad de ganar al cambiar es el doble que la probabilidad de mantenerse en la decisión original. Para entender por qué, llevemos la situación a un extremo. Supon­gamos que en vez de tres hay un millón de puertas. Luego de que el participante elige una de ellas (con probabilidad de ganar de una en un millón, obviamente), el conductor examina lo que hay detrás de las demás y abre todas menos una. Ahora quedan 999.998 puertas abiertas y ape­nas dos puertas cerradas: la elegida por el participante originalmente y la que el conductor decidió no abrir. ¿No es obvio ahora que el conductor se vio obligado a dejar cerrada la puerta donde está el auto? La probabilidad en este ejemplo aumenta violentamente, pero en el caso de las tres puertas solamente pasa de 1/3 a 2/3, lo que lo hace menos obvio. Es que con tres puertas sigue siendo cierto que el conductor… ¡abre todas las puertas menos una! Pero son solo tres, y eso confunde.

Aprendiendo a evitar cabras

Muchos creen que en el juego original de las tres puertas, una vez abierta la puerta por el conductor las probabilidades son iguales para ambas opciones (1/2). ¿Pero qué pasa si al participante se le esclarece que son diferentes? Luego de explicar la lógica del juego, dos investigadores logra­ron en un experimento de 1998 que apenas el 30% de los participantes elija cambiar de puerta.

Otros intentaron ilustrando el problema con 30 puertas. El conductor, luego de abrir 28 puertas con cabras, vuelve a preguntar si cambian o no. El éxito no fue absoluto: más de un tercio de los participantes todavía mantuvieron su decisión inicial. En el juego del Monty Hall original la probabilidad de ganar cambiando de puerta pasa de un 33% en la primera decisión a un 66% en la segunda, pero con las 30 puertas la probabilidad ¡pasa de 3% a 97%!

Falsas Intuiciones

Aun cuando la mayoría de la gente podría engañarse y pensar que la pro­babilidad es la misma, en la práctica los participantes ni siquiera toman nota de esto. La proporción de participantes que decide cambiar está lejos de llegar a la mitad. De modo que hay dos problemas a resolver: primero, ¿por qué fallamos en calcular pro­babilidades? y segundo, ¿por qué tenemos tanta confianza en nuestras intuiciones iniciales en un juego que es puro azar?

En otro experimento, luego de muchos intentos explicando la lógica del juego, se logró mejorar el desempeño, pero el esfuerzo tomó 60 vueltas de prueba y error, incentivos más fuertes, lo que por fin llevó a cam­biar al 90% de los participantes. Krauss y Wang mostraron que formular el problema frecuencialmente incrementa la cantidad de respuestas correctas: en la versión original solo el 21% de los participantes cambiaron de puerta, mientras que en una versión frecuencial el total de cambios alcanzó el 59%. Entre quienes cambiaron de puerta, los autores quisieron saber si comprendían por qué lo hicieron: en la primera versión sólo el 5% de los participantes tuvo una intuición o una justificación correcta de su elección. En el segundo caso el 50% capta la idea.

Irreflexiones Finales

Tal vez, el problema es la falta de pre­paración de quienes participan en estos experimentos. ¿Qué pasa con los espe­cialistas? No es tan distinto. Marilyn vos Savant, una columnista apenas conocida con un coeficiente intelectual altísimo, había resuelto correctamente el problema, pero fue desacreditada durante semanas por estadísticos y matemáticos académicos que aseguraban que la probabilidad de cambiar o no era la misma (se pueden ver algunos detalles de esta controversia en Vos Savant, 1997).


Parece que los que estaban en tema tampoco lo entendieron. Evidentemente, la mente humana no ha sido preparada para tratar con problemas analíticos formales y por lo tanto, en un mundo caracterizado por el riesgo y la incertidumbre, nos que­damos con pocos candidatos para ejercer decisiones racionales.



* las referencias incluidas se remiten a pedido del lector.

sábado, 29 de octubre de 2016

LA CLAVE DE LA INTELIGENCIA HUMANA

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El post anterior (lo voy a decir en castellano: anterior) comparaba nuestra inteligencia con la de los caballos, y el veredicto no fue definitivo. Nosotros sabemos matemáticas, pero el otro animal sabe interpretar nuestras emociones.

Un minuto... dije "nosotros sabemos matemáticas". ¿"Nosotros sabemos matemáticas"? Cada vez que hablamos de lo que sabemos los seres humanos, cometemos el mismo error estadístico: le asignamos a todos y cada uno de los humanos un saber que en realidad solo corresponde a unos pocos.

Si agarrás a una humana promedio, ¿cuánta matemática sabe? Digamos que todos los homo y mulier sapiens sabemos contar hasta 3, pero no todos hasta 10. Muchos menos saben calcular un vuelto, como atestigua el uso (aun hoy) de calculadoras para resolver 100-70. ¿Multiplicar y dividir? La mayoría lo hace con una técnica automática que ni entiende por qué funciona (casi como el caballo Hans). Raíces, derivadas e integrales solo son comprendidas y resueltas por una mínima elite de la humanidad, entre la que destaca Paenza.

Además, estos son saberes que uno no aprende solo. La sociedad te machaca y machaca hasta que tu cerebrito finalmente se rinde y termina dejando entrar estas ideas extrañas a la condición humana. Pese a gastarnos 5 puntos del PIB todos los años para enseñar, la mayoría sigue odiando las matemáticas y prefiriendo los pensamientos mágicos a la precisión de las ciencias duras.

Después, hay resultados de saberes que no son personales sino sociales, o al menos grupales. Decimos "sabemos hacer rascacielos", pero en rigor los tipos que saben construirlos de pe a pa deben ser 10.000 tipos en el planeta. Son excepciones, no la regla. Otra vez, asignamos al promedio algo que solo corresponde a la pirámide de la especie. Y ni hablar de la dimensión temporal. Aprovechamos las ideas no solo de los 7.000 millones que somos, sino de los muchísimos miles de millones más que fuimos. 

Voy a arriesgar, incluso, que quizás en promedio seamos MENOS inteligentes que nuestros antepasados. Cualquiera de nosotros que se viera en las condiciones del paleolítico perecería sin pena ni gloria en un par de semanas. Pensá solamente en tener que hacer un fueguito sin encendedor ni secador de pelo. Ellos, sospecho, no tendrían demasiado problema en adaptarse a las condiciones actuales.

O sea que nuestro éxito como especie, esa especie de éxito, no es el resultado de ser TODOS inteligentes en general, sino de nuestra capacidad como especie de (i) generar outliers, es decir, tipas excepcionales con mucha inteligencia que crean cosas nuevas; y (ii) nuestra capacidad única de cooperar con una gran cantidad de otros humanos.  

El resto de las especies son todas mucho más parecidas dentro de su población, no tienen individuos excepcionales. Y si bien algunas cooperan entre sí, no lo hacen en cantidades suficientes como para progresar.

Por si alguno se toma esta idea demasiado seriamente, advierto que esta no es la clave de la inteligencia humana, sino solamente un aspecto, pero que normalmente se pasa por alto. Esta idea, y lo del caballo Hans del post anterior salen de un libro que me sigue sorprendiendo: Homo Deus, de Yuval Harari.

Ya sabés, la próxima no asumas que sos mucho más piola que un yobaca. Y pensá que para entender eso tuviste que leer este post...





sábado, 22 de octubre de 2016

QUIEN ES MAS INTELIGENTE, ¿LOS CABALLOS O NOSOTROS?

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En la Alemania de principios del siglo XX, (1900s), una de las atracciones más extraordinarias fue un caballo llamado Hans der Kluge (Hans, el astuto). Como Mister Ed, Hans demostraba entender el idioma alemán, y tenía una rara habilidad para resolver cálculos matemáticos. "Hans, ¿cuánto es 2 x 7?" le preguntaban (en alemán). Y el bicho contestaba golpeando con una pata delantera el suelo tantas veces como requería el resultado, en este caso 16 14.

En 1904 los aciertos de Hans se volvieron cuestión de Estado. Los funcionarios de educación formaron un comité científico liderado por un psicólogo para analizar la cuestión (también lo integraban un veterinario y un administrador de circos). El comité estaba seguro de que había trampa, pero no la encontraban. Probaron de todo. Que otros preguntaran, ponerle anteojeras al caballo para no ver a su amo, etc. Pero el yobaca respondía bien casi el 90% de las veces, o sea, mucho mejor que yo.

Recién en 1970 el psicólogo Oskar Pfungst (apellido que ni Hans podría pronunciar) logró revelar el truco. Hans observaba el lenguaje corporal y las expresiones faciales de sus interlocutores. Cuando se le preguntaba cuánto era 3 x 6, empezaba a dar golpecitos con la pata. Mientras veía rostros ansiosos, seguía. Y cuando notaba que la gente se relajaba y sonreía satisfecha, paraba. ¡Bingo! O más todavía: ¡Casino!

Esta anécdota dio lugar al "efecto Clever Hans", que ocurre cuando el experimentador "contamina" sus experimentos mediante gestos, tonos de voz o lenguaje corporal. Por ejemplo, como cuando hacemos una encuesta y sin querer marcamos con los gestos o la voz la respuesta que necesitamos del entrevistado. Es por este sesgo que hoy los experimentos son "doble ciego": el científico no sabe el resultado correcto mientras se hace el experimento. Y esto fue lo que descubrió el engaño (por otra parte, completamente inconsciente para el amo del caballo): cuando el público no sabía el resultado, Hans fallaba.

Así que tranquilos, que los caballos no son más inteligentes que nosotros... ¿O sí? El caso Hans se usa para ilustrar cómo los humanos adscribimos erróneamente "inteligencia humana" a los animales, y para mostrar que no la tienen. Pero falta el otro lado de la hoja y la lección podría ser exactamente opuesta: la habilidad del equino para detectar emociones e intenciones interpretando el lenguaje corporal es mucho mejor que la nuestra. Si una japonesa te pregunta en su idioma cuánto es 2 x 3, lo más probable es que contestes que llueve, pero no habría forma de que detectes mirando a la tipa que tenés que parar de patear el piso en el número 6.

Pero entonces, ¿qué es lo que nos hace inteligentes? ¿Qué nos diferencia del resto de los animales y nos permitió ser la especie más exitosa del planeta? ¿Qué propiedades de los humanos nos hizo pensar que existe un homo economicus? Para no estirar y cansar la lectura, esa será la especulación de la semana que viene.

Y si les regalan un Hans, recuerden, no le miren los dientes.

sábado, 15 de octubre de 2016

RODRIK: EL YERNO QUE TODA SUEGRA QUIERE (reseña de Economic Rules, de Dani Rodrik)

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Un chabón de diez

Dani Rodrik es un tipo macanudo. El pibe que toda madre quiere que novie con su hija. El cuñado al que llamás cuando necesitás un favor. El amigo que nunca te falla.

Académicamente también es una joya. Inteligente a la vez que humilde, valioso teórico a la vez que juicioso pragmático, bien recibido por la mainstream a la vez que abraza una ideología progresista, profundo a la vez que claro en sus artículos.

Este dechado de virtudes de Rodrik se extendió recientemente cuando publicó Economic Rules, un libro dedicado a lo que los economistas generalmente no hacen: una revisión exhaustiva sobre qué hacen los economistas y sobre qué está bien y qué está mal en su disciplina. 

Reglas que mandan

El título ya está muy bien. Economic Rules significa "Las Reglas de la Economía", pero también "La Economía Manda". Traducción: el libro habla sobre la epistemología de la profesión, un tema desdeñado por la mayoría de los economistas, pero que tiene una enorme importancia práctica teniendo en cuenta que la economía es la disciplina social que, para bien o para mal, tiene la mayor influencia en los destinos del mundo.

El libro me gustó mucho y tiene un montón de cosas interesantes. Si bien es una excelente introducción al mundo de los economistas (sobre todo los teóricos) para no economistas, su lectura también permite a los propios economistas, incluso a los mejores, reflexionar sobre las causas y las consecuencias de su trabajo.

Diez mandamientos (para no economistas)

Una virtud especialmente destacable de Economic Rules es que es resumible. Rodrik escribió un decálogo para que los no economistas sepan en un segundo de qué va la cosa con la economía. Cual Moisés, Dos Tipos de Cambio recibió esos mandamientos y te los traduce gratis:

1. La economía es una colección de modelos sin conclusiones predeterminadas; rechace cualquier argumento en contrario.
2. No critique un modelo de un economista por sus supuestos; pregunte cómo cambiarían los resultados si ciertos supuestos problemáticos fueran más realistas.
3. El análisis requiere simplicidad; tenga cuidado con la incoherencia que se disfraza de complejidad.
4. Que la matemática no lo asuste; los economistas la usan no porque son inteligentes sino porque no son suficientemente inteligentes.
5. Cuando un economista recomienda, pregunte qué le asegura que el modelo subyacente aplique al caso que se discute.
6. Cuando un economista usa el término "bienestar económico", pregúntele como lo define.
7. Tenga en cuenta que un economista puede hablar diferente en público y en un seminario.
8. No todos los economistas rinden culto al mercado, pero ellos saben mejor que usted como funcionan.
9. Si cree que todos los economistas piensan igual, asista a uno de sus seminarios.
10. Si cree que los economistas son especialmente groseros con los no economistas, asista a uno de sus seminarios.

Varios mandamientos son muy buenos, pero los que no había pensado y me parecen geniales son el 3, el 6 y el 8.

Diez mandamientos (para economistas)

Pero hay más. Rodrik también armó un decálogo para los propios economistas. Las reglas de decencia académica de la profesión. A saber:

1. La economía es una colección de modelos. Apreciemos la diversidad.
2. Es un modelo, no el modelo.
3. Haz tu modelo suficientemente simple para aislar sus causas específicas y cómo funcionan, pero no tan simple para dejar afuera las interacciones clave entre las causas.
4. Todo bien con los supuestos no realistas, pero no con los supuestos críticos no realistas.
5. El mundo es casi siempre un segundo mejor.
6. Para trasladar un modelo (un mapa) al mundo real se necesita hacer un diagnóstico empírico explícito, lo que requiere más oficio que ciencia.
7. No confundir acuerdo entre los economistas con certidumbre acerca de cómo funciona el mundo.
8. Está bien decir "no sé" cuando te preguntan sobre la economía o las políticas.
9. La eficiencia no lo es todo.
10. Sustituir los valores del público por los tuyos propios es abusar de tu conocimiento.

De estos me encantan el 5, el 7, el 8 y el 10.


¿Y las críticas? ¿Dónde están las críticas?

Es inevitable que un libro que intenta divulgar contenga imprecisiones y faltantes, y esta no es la excepción. Pero la debilidad fundamental que le veo es que, como buen tipo que es, Rodrik piensa que todos los economistas tienen su mismo equilibrio y buena voluntad. El ladrón cree que todos son de su condición, y... el bonachón piensa que todos tienen su posición (ponele). 

Rodrik asume su propio homo economistus: el economista es un chabón sin intereses, honesto, que no le interesa fascinar a nadie con matemáticas abtrusas, que contribuye desinteresadamente a su ciencia y que está dispuesto a reconocer la diversidad de las ideas, sus errores y los modelos alternativos.

Y la verdad, no. Si querés fijate cuántos de los mandamientos para economistas respetan los tipos que hablan de economía en los medios, y vas a entender el punto.

Conclusión: a leer

Creo que mi mensaje fue suficientemente claro. Compren y lean este libro, porque es la mejor guía que conozco para que los no economistas comprendan la lógica de la teoría económica, y un ejercicio de reflexión obligatorio para los propios economistas, especialmente para aquellos que no pueden con su dogma.

Y si estos temas no te interesan, comprá el libro igual que Dani, el yerno preferido, se lo merece de buen tipo que es nomás.






lunes, 10 de octubre de 2016

EL NOBEL DE LA SEMANA




Hoy se entregó el Premio Nobel, o mejor dicho, el Premio del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel, esa distinción falsa y oportunista creada por nosotros mismos para premiarnos por una disciplina que todavía tiene que demostrar que es ciencia (me parece bastante absurdo que haya Nobel de economía y no de matemáticas, por ejemplo). Pero este no es un post anti-nóbel, porque estas críticas ya existen, por ejemplo acá. O si no querés leer, está esto. Como en Dos Tipos de Cambio no criticamos a nadie, salvo a los que se lo merecen, solo te contamos en palabras simples algunos aportes de estos muchachos.

Pero antes de escribir quisiera tipear una palabras. Este es un nóbel de esos que premian la apertura de nuevas ramas de estudio en economía, que permiten expandir el alcance del análisis y relacionarlo con otras disciplinas. Con el mismo criterio se otorgaron los premios de 2012 (Roth y Shapley por diseño de mecanismos), 2009 (Ostrom y Williamson por bienes públicos) y 2003 (Engle y Granger por econometría). Para mí estos son los mejores, porque te permiten aprender ideas nuevas, algo que pasa casi siempre en el otro gran premio de los economistas: la John Bates Clark Medal, otorgada al mejor economista joven de EEUU. Igual, el premio de 2016 tampoco refiere a un tema demasiado novedoso, como veremos enseguida.

Los ganadores de 2016 fueron Oliver Hart (inglés) y Bengt Holmström (finlandés), por desarrollar la teoría de contratos. A continuación algunas de sus ideas.

Como punto de partida, los autores reconocen la importancia de los contratos, es decir, el hecho de que un contrato no constituye una "imperfección de mercado" sino una regulación necesaria para un mejor funcionamiento económico. Existen contratos en muchos ámbitos, pero quizás los más extendidos sean los financieros (contrato que dice que uno le debe guita a otro) y los laborales (contrato salarial). 

Estos pibes contribuyeron a pensar en el problema de principal-agente, un concepto usado en varias ramas de la economía. Como el capitalismo tiene muy poco de meritocrático, los dueños y los que manejan la empresa suelen no ser la misma persona (de modo que el dueño cobra por ser dueño, y no hace un soto). En una empresa, el principal es el dueño (o accionista) y el agente es el empleado que está a cargo, o sea, el ejecutivo. El problema que se suscita es que ambos tienen objetivos distintos. El dueño quiere maximizar ganancias mientras es dueño (largo plazo) y el ejecutivo quiere maximizar su salario y las ganancias de la firma sólo mientras él está (corto plazo). Los nobeles diseñaron contratos para tratar de alinear estos incentivos dispares, que han sido ilustrados por el refrán popular que dice que "el ojo del amo engorda el ganado". 

Hay un par de cuestiones interesantes acerca de estos hallazgos. Una es que para suavizar el problema principal-agente se le puede pagar al agente en función del precio futuro de las acciones de la empresa, y todos contentos. Pero ojo, porque el valor de las acciones de la firma A no depende solamente de sí misma, porque a veces estos valores mejoran por motivos macroeconómicos (o especulativos). Así que el pago debe asociarse a la diferencia entre la evolución de las acciones de A y las del resto. 

Otra aplicación importante es la cuestión de la propiedad pública o privada de algunos servicios públicos como salud o educación. Cuando el dueño es el Estado, los ejecutivos no tienen un incentivo personal para realizar mejoras, porque es raro que se les reconozca. Pero cuando el servicio es privado, la obsesión por la baja de costos suele reducir la calidad del servicio, como pasó en EEUU con las prisiones privadas, que mantenían a los presos en condiciones inhumanas por puras razones de interés privado.

Como siempre, estos resultados dependen crucialmente del supuesto del homo economicus, súper egoísta y súper calculista. Por lo tanto, ignora otras posibilidades, como la que haya gente solidaria autoseleccionada para administrar bienes públicos.

Para finalizar, digamos que aun cuando el tema no es muy conocido, esta rama no es nada nueva. Hart y Holmström empezaron a estudiar estas cosas a fines de los 70s y sus aportes, si bien han servido, no han tenido desarrollos recientes de suma importancia. Estamos, por tanto, ante un Nóbel más bien de reconocimiento histórico, como pasó con Tirole (2014) o Deaton (2015). Según parece, esta es la tendencia que debemos esperar en los futuros premios.